El Taller de los Duendes
Os queremos invitar a leer el cuento del Zapatero y los Duendes.......
EL ZAPATERO Y LOS DUENDES
Hace mucho tiempo, había un pobre zapatero que casi no tenía trabajo. Un día, triste y cansado, cortó el último trozo de cuero que le quedaba, porque no tenía dinero para comprar más, y se fue a dormir muy pronto.
Cuando, a la mañana siguiente, el zapatero se levantó y entró en su modesto taller, se encontró con la sorpresa más grande de su vida: sobre su mesa de trabajar había un bello par de zapatos, hechos con el cuero que había cortado el día antes.
El zapatero llamó a su esposa y le preguntó si los había hecho ella, pero la mujer tampoco sabía nada.
Examinaron los zapatos con atención, y comprobaron que era el mejor trabajo que habían visto nunca: quien hubiera hecho aquellos zapatos era un auténtico artista.
Al cabo de poco pasó por allí un señor muy rico y distinguido y vio los zapatos desde la puerta. Entró y le dijo al zapatero: - Buen hombre, me permite ver estos zapatos, si es que están en venta? - Por descontado, señor -contestó el zapatero, dándole los zapatos.
El cliente las examinó con atención y dijo: - Lo felicito, son los mejores zapatos que he visto en mucho tiempo. De ahora en adelante, siempre le encargaré a usted mi calzado, y además pienso recomendarle a mis amigos.
El caballero pagó muy generosamente los zapatos, y el zapatero corrió a enseñarle las monedas a su mujer. Después fue a comprar cuero, hilo y todo lo que necesitaba para seguir trabajando, lleno de alegría por su buena suerte.
Gracias a las monedas que su distinguido cliente le había dado, el zapatero pudo comprar material para hacer otros dos pares de zapatos. Esa noche cortó el cuero, preparó los hilos y se fue a dormir pronto , porque estaba agotado debido a la emoción.
En la cama, su mujer y él estuvieron charlando largo rato, haciendo todo tipo de suposiciones sobre quién podría haber cosido tan maravillosamente los zapatos la noche anterior. Pero, por más vueltas que le daban, no podían aclarar el misterio, y al fin se durmieron.
Cuál sería la sorpresa y la alegría del zapatero cuando, a la mañana siguiente, encontró sobre su mesa dos pares de zapatos tan bonitos como los del día anterior. Llamó a su mujer y juntos bailaron de alegría, seguros de que algún misterioso protector velaba por ellos.
Los nuevos pares de zapatos se vendieron tan rápidamente como los anteriores, y el zapatero pudo comprar más material... ¡Y al día siguiente encontró cuatro pares de zapatos perfectamente acabados!
A las pocas horas los había vendido todos y compró más cuero.
La historia se repitió una y otra vez, y el zapatero cada vez tenía más clientes, porque todos los que compraban sus zapatos les recomendaban a sus amigos y conocidos. Al cabo de unos días, había una larga cola delante de la zapatería.
Un día, el zapatero le dijo a su esposa: - Hace más de una semana que nuestro misterioso benefactor viene a trabajar para nosotros por la noche, y me gustaría saber quién es. - A mí también - dijo la mujer -, pero quizás no quiere que lo veamos, porque de lo contrario ya se habría presentado, en vez de venir cuando estamos durmiendo.
- Por eso - dijo el zapatero -, lo que tenemos que hacer es escondernos esta noche en el taller e ir relevándonos para dormir, y de esta forma lo veremos cuando venga a hacer los zapatos. Así lo hicieron, y al dar la media noche el zapatero y su esposa vieron el más increíble de los espectáculos: unos hombrecillos diminutos, de menos de un palmo de altura, entraron en el taller y comenzaron a coser los zapatos.
Iban completamente desnudos, y trabajaban con tal rapidez y habilidad que los zapatos salían de sus manecillas la una detrás del otro como por arte de magia. Al cabo de unas horas, todos los zapatos estaban terminados, y los minúsculos hombrecillos se fueron tan silenciosamente como habían llegado.
- Pobrecitos , van despojados y tienen que pasar frío - dijo la mujer.
- Y además van descalzos - dijo el zapatero -, Podríamos hacerles ropa y zapatos en agradecimiento por lo que ellos han hecho.
Inmediatamente, el zapatero y su esposa se pusieron a trabajar.
Al día siguiente tenían listos un montón de zapatillas y ropas para los hombrecillos. Por la noche, lo pusieron todo sobre la mesa y volvieron a esconderse para ver qué pasaba.
Al tocar las doce, aparecieron de nuevo los hombrecillos, y al ver los diminutos vestidos y zapatos que habían preparado para ellos, se pusieron a dar saltos de alegría. Empezaron a ponerse las ropas, como si fuera un juego muy divertido, y cuando todos estuvieron vestidos y calzados, se fueron alegremente por donde habían venido.
Los homenajes no volvieron nunca más, pero como el zapatero ya se había hecho famoso y le sobraba el trabajo, él y su mujer vivieron felizmente el resto de sus días.
Fin
Siempre que podemos pedimos a nuestros duendes particulares (las familias de la escuela) que nos ayuden a crear material para las aulas. Esta semana pasada pasamos una tarde en la escuela haciendo cajas y chapas de música!!!!
¡Muchas gracias a las familias que pudieron colaborar! un gran trabajo y un muy buen rato compartido!